Mateos, cristianos en fiesta
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Ediciones Cristiandad El hombre y sus alrededores. Al continuar navegando acepta nuestra Politica de Cookies. El obispo no oficia de cara al pueblo, sino cara al altar.
El mundo celebra al hombre; el cristiano, al hombre y a Dios su padre. Pero el estilo es similar. La iglesia no es un momento sacro para expresar la gloria de Dios ni tampoco un simple centro para encuentros sociales. Si interpretamos la vida cristiana como culto, hay que precisar inmediatamente la diferencia entre ese culto y los de las religiones precristianas.
Una vez que Cristo ha identificado las dos esferas, ele stilo de vida es el estilo de culto. El clculo lo domina todo; se intenta adivinar lo que almacena la trastienda del prjimo, tras el escaparate de la sonrisa convenida. La espontaneidad muere y se afirma el aislamiento. No existe verdad ni confianza; la meta es el xito personal, cueste lo que cueste. Pero el precio es alto y la mercanca engaosa: De qu le sirve a uno ganar el mundo entero si malogra su vida? Mt 16, De esta cinaga libera Cristo, sacando hombres libres y autnticos, sinceros y dedicados.
La cruz dio prueba de su sinceridad, de su amor desinteresado, de su libertad. Quien incorpora a su existencia el mensaje de Dios encarnado en Jesucristo sale del mundo embustero y vive en la verdad. La reconciliacin efectuada por Cristo alcanza al mundo entero.
Puede preguntarse cmo es esto posible y qu significa, siendo as que la inmensa mayora de los hombres no tienen noticia del hecho. Tres smiles usaremos para entenderlo. El primero, de sabor muy contemporneo, es la concesin de nueva ciudadana a los habitantes de un territorio conquistado.
El estado a que se integra la regin concede a todos los individuos de ella los derechos de ciudadano con un acto independiente de las voluntades individuales y que alcanza aun a los nios pequeos, incapaces de entender ni de asentir.
Todos automticamente participan de las ventajas de la nueva ciudadana y tienen derecho a la proteccin de las nuevas autoridades. La segunda comparacin, la vacuna, pertenece tambin a nuestra cultura. En caso de epidemia se impone una vacunacin obligatoria a todos los habitantes del pas, aunque no comprendan el provecho de la profilaxis o no tengan siquiera uso de razn. El tercer smil es la amnista. La otorga un jefe de Estado sin consultar a los beneficiarios. Todos los que se encuentren en las circunstancias previstas pueden acogerse a ella.
La primera ilustra, sobre todo, la accesibilidad del perdn del reino de Dios. La reconciliacin est hecha. Todo el que pase a la zona liberada recibe sin ms la ciudadana, y no hay muros que separen esa zona.
Para entrar se requiere un documento, ahora al alcance de todos: el amor de ayuda al prjimo. Quien ha recibido el sello de Cristo, lleva adems la fe. La comparacin con la vacuna muestra la legitimidad de una decisin benfica, aunque sea unilateral. Apunta tambin el efecto mdico de la reconciliacin. La amnista es comparacin empleada por san Pablo, que pone como condicin la fe Rom 1, Hay que completar su doctrina con la que expone Cristo en la descripcin del juicio final Mt 25, : la ayuda sincera al prjimo, aun sin intencin religiosa, abre tambin las puertas del reino.
Esta comparacin con la amnista responde al mismo tiempo a una dificultad: ese acto unilateral de Dios, no es un atentado a la libertad del hombre? Dar la vuelta a la llave de la prisin para abrirla no es atentar contra la libertad, es concederla; descargar al hombre del pecado es darle libertad de movimientos. La iniciativa divina no exime tampoco al hombre de ninguna responsabilidad, al contrario, al darle la salud, lo pone en condiciones de actuar por s mismo.
Hay cierto paralelismo entre la redencin y ciertos milagros evanglicos, como la resurreccin de la hija de Jairo. Nadie podr decir que Cristo limita la libertad de la nia al resucitarla; dndole la vida, le concede ser libre. El regalo de Dios no es humillante ni desconoce la dignidad del hombre; la abre un camino para que sea plenamente l mismo. Otras comparaciones podran aducirse para probar que la decisin unilateral de Dios no suprime la libertad, sino que la realza: el perdn de una deuda Mt 18, , la voluntad del testador Gl 3, o la supresin de un impuesto por parte de un gobierno.
Aunque independientes de la voluntad de los individuos, cada uno de estos actos otorga un beneficio que ensancha las posibilidades de accin. Cap II. La Iglesia. Esta realidad luminosa y compleja, la unin de los hombres gracias a Cristo, el mundo de hermanos hijos de un mismo Padre, se llama en los evangelios el reino de Dios, proclamado e inaugurado por Jesucristo, que es su polo magntico: Cuando me levanten sobre la tierra, tirar de todos hacia m Jn 12, Sntomas del reino de Dios son la salvacin, la paz y la alegra que da el Espritu Santo Rom 14,17 , y si hay en el mundo un cuerpo privilegiado que deba manifestarlos, es la Iglesia.
La Iglesia es el grupo de hombres, reconciliados entre s y con Dios, que creen en Jess el Mesas 1 Jn 5,1 , el Hijo de Dios 1 Jn 5,5 , e impulsados por el Espritu quieren acompaarlo en su labor salvadora, en la realizacin del reino de Dios en la tierra. Es el grupo de colaboradores de Dios 1 Tes 3,2; 1 Cor 3,9 , que llevan el mensaje de la reconciliacin 2 Cor 5,19 , embajadores de Cristo por medio de los cuales exhorta al mundo a dejarse reconciliar. Lo mismo que Cristo no vivi para s, sino para todos los hombres, tampoco la Iglesia vive para s misma, sino para el resto de la humanidad.
Tres aspectos debemos considerar en la Iglesia: su ser, su quehacer, su decir. No se puede identificar sin ms la Iglesia y reino de Dios. El reino es ahora una accin escondida y universal de Dios, que hace fermentar la masa humana hacindola subir hacia la nueva creacin, el nuevo cielo y la nueva tierra, la inimaginable floracin de la historia que desplegar su esplendor al fin de los tiempos, cuando Dios reine completamente en todo 1 Cor 15, Pero no podemos tampoco separar completamente Iglesia y reino de Dios.
La accin que construye el reino fue incoada por Cristo y tiene ya sus resultados visibles: la Iglesia es primicia y smbolo del reino. Smbolo es una realidad que apunta a otra ms alta, pero que de algn modo la contiene y la expresa. Si el reino de Dios es salvacin, paz y alegra, unin, amor, igualdad y libertad entre los hombres, la Iglesia tiene que mostrar al mundo un esbozo de ese reino.
Iglesia y Salvacin. Hay cristianos que buscan en la Iglesia slo su salvacin individual. Han entendido el designio de Dios? Cristo no muri solamente por los cristianos, sino por el mundo entero; pero la salvacin que l obtuvo, est toda concentrada en la Iglesia o administrada por ella? Segn la Carta a los Hebreos, la fe que se requiere para agradar a Dios se limita a este artculo: hay un Dios que no es indiferente a los esfuerzos del hombre que lo busca Heb 11,6.
Y hace mucho tiempo que hablan los telogos de un bautismo implcito, suficiente para salvarse. De hecho, la Iglesia se presenta en el evangelio como sal de la tierra, cuanta mnima respecto a la masa total y dispersa en ella. La metfora de la luz del mundo supone tambin un vasto espacio oscuro donde brilla. Sin embargo, la intencin de Dios al enviar a su Hijo era salvar al mundo, a la humanidad entera, no a un grupo determinado Jn 3,; 1 Jn 2,2.
La accin salvadora de Dios tiene, por tanto, que ejercerse tambin fuera de los muros de la ciudad que invoca su nombre. La actividad de Dios en el mundo es misteriosa e imposible de indagar; por lo que Cristo expone en las parbolas del reino, es una accin paciente y sujeta a mil fracasos, por culpa de la superficialidad, inconstancia o ambicin de los hombres Mt 13,; 18,23 y parals.
Esa humildad divina encabritaba a muchos judos, que anhelaban una manifestacin fulgurante. La accin de Dios est tan entremezclada con las realidades humanas que toda prudencia es poca para no confundir el trigo con la cizaa Mt 13, A pesar de todas las oposiciones, la obra va adelante, como germina la simiente Mc 4, o fermenta la levadura Mt 13,33 , duerma el hombre o vigile.
Coge a uno por sorpresa, mientras cava un campo o trafica en perlas Mt 13, Aunque no podemos medir la accin de Dios ni disear su mapa, s sabemos que consiste en promover el amor entre los hombres. Donde se percibe un avance en la fraternidad humana, cuando se oye el derrumbe de una valla, all est Dios que empuja.
Su campo es el mundo Mt 13, A ciertos hombres, en mayor o menor nmero segn sus planes y las vicisitudes histricas, descubre su esplendor, reflejado en el rostro de Cristo 2 Cor 4,6 , llamndolos a la fe. La Iglesia es un fruto visible de la accin universal de Dios, el que lleva su etiqueta. Los dems son annimos; tantos hijos tendr Dios en el mundo que no reconocen al Padre, aunque l da el apellido a toda familia en cielo y tierra Ef 3, Algunos, sin embargo, lo han visto y lo han reconocido en Jess Jn 14,7 ; son los cristianos.
En Palestina no form Jess un grupo esotrico de discpulos; si eligi a doce, fue para enviarlos a todo Israel Mt 10, El predicaba en las sinagogas y a cielo descubierto, llamaba a todos, buenos y malos, piadosos y descredos. No empez una nueva secta; al contrario, tir abajo las barreras levantadas por los fariseos, tras las cuales los no versados en la ley vivan sin religin pensando quedar fuera del grupo de elegidos.
Jess enfrent a todos con la decisin que exiga el reino. La Iglesia naci de la negativa de Israel. La constituyeron los que crean en Jess como Mesas prometido y Salvador enviado por Dios. Fue el fruto visible de la obra de Cristo en medio de todo su pueblo. No conocemos los modos ni las etapas de la salvacin que Dios acta entre los no cristianos. Para el hombre que llega a la fe, el bautismo perdona sus pecados, lo incorpora a Cristo y le infunde el Espritu; sta es la salvacin.
No es fruto laborioso de una vida de esfuerzo, sino regalo generoso de Dios. Culminar en el futuro del reino, pero est ya concebida. Con esta esperanza nos salvaron Rom 8,24 ; la garanta y el sello es el Espritu Ef 1, La salvacin que Dios concede no exime de responsabilidad, exige la respuesta de la fe, que es la entrega a Dios en el cumplimiento de su voluntad; y su voluntad manda que el hombre ame al hombre, su hermano. La aspiracin individualista a obtener la propia salvacin no explica, por tanto, la existencia de la Iglesia; Dios salva tambin fuera de ella.
Su propsito, al reunir un grupo de hombres, tiene que ser diverso. Pertenecer a la Iglesia supone una vocacin especial; ninguno se acerca a Cristo si el Padre no lo empuja Jn 6, El Padre llama a la unin y hermandad; los cristianos son hombres que viven bajo el signo del amor mutuo. En un mundo en que la solidaridad y el amor parecen no ya difciles, sino utpicos, la Iglesia tiene que demostrar que son posibles. La Iglesia es una gema de muestra que viene del tesoro de Dios, debe ser promesa cumplida, esperanza verificada, porque lo que pareca ilusorio, el derribo de los muros ancestrales, es en ella una realidad.
Esta es la Iglesia, smbolo del reino: la parcela de mundo donde el amor de Dios fluye libremente hacia el prjimo, la prueba sorprendente de que la unin entre los hombres es posible. El grupo cristiano reconoce y declara no ser empresa humana; al que pregunta le muestra sus credenciales, la marca de taller. As da testimonio del designio divino sobre la sociedad humana; su amor fraterno explicita la accin de Dios en el mundo y ensea a reconocerla cuando obra de incgnito.
Por eso la primera preocupacin de la Iglesia es mantener la unin; si fracasara en eso, su papel habra terminado. La unin no es resultado de esfuerzo humano, sino obra del Espritu de Dios, pero los cristianos han de poner todo empeo en afianzarla, fomentando la paz.
La Carta a los Efesios pone de relieve la importancia de este punto. Terminada la solemne oracin al Padre en que san Pablo pide para los cristianos una profunda experiencia de Cristo 3, 21 , no sigue una exhortacin a la vida moral; la experiencia del amor que Cristo nos tiene ha de traducirse ante todo en el testimonio de unidad; el Apstol no teme se redundante al enumerar los fundamentos y acicates para la unin: Un cuerpo y un Espritu, una esperanza, un Seor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos 4, Describe la conducta que la favorece: humildad, sencillez, paciencia, amor y paz; as es como se vive a la altura del llamamiento recibido 4, El afn por la unidad no es sino respuesta al mandamiento de Cristo: Amaos unos a otros como yo os he amado Jn 13, En los aos de vida juntos, Jess fue educando a los apstoles, hasta que la ltima noche pudo llamarlos amigos.
Les explica en qu consiste su amistad: primero en ayudarlos sin escatimar nada: No hay amor ms grande que dar la vida por los amigos Jn 15,13 ; segundo, en la confianza: Ya no os llamo siervos, porque un siervo no est al corriente de lo que hace su amo; os llamo amigos, porque os he comunicado todo lo que le he odo a mi Padre Jn 15, La amistad de Cristo con los apstoles es modelo para el trato entre cristianos: inters mutuo que se traduce en ayuda, confianza que abre la comunicacin.
Ambas notas aparecen en la primitiva comunidad de Jerusaln, donde todos pensaban y sentan lo mismo; frase hiperblica, sin duda, pero que muestra por lo menos un acuerdo, fruto del intercambio, capaz de integrar las diferencias de opinin; adems, nadie consideraba suyo nada de lo que tena, de modo que ninguno pasaba necesidad Hch 4, ; la descripcin est posiblemente idealizada, pero seala una meta a la convivencia cristiana.
Tan indispensable es la unin entre los cristianos, que de ella depende el xito de la misin de Cristo. Si la Iglesia no vive del amor fraterno, neutraliza la redencin. Lleva en la solapa un distintivo: En esto conocern que sois discpulos mos, en que os amis unos a otros Jn 13, Si se lo quita, pierde su identidad.
Sirve de poco que la Iglesia descuelle en otro ramo: organizacin, ciencia, arte, religiosidad, disciplina, si no ostenta su divisa especfica. El resto ser ms o menos necesario, pero no es decisivo y siempre se topar con rivales que la igualen o la superen.
Dios quiere que obtenga sobresaliente en el amor activo y desinteresado por el prjimo. Esa es su piedra de toque, y lo mismo la Iglesia como un todo que los grupos intraeclesiales; entre ellos la comunidades religiosas, deben centrar ah su examen de conciencia. Si a un musulmn o budista educado en colegio cristiano se le preguntara cmo ve el cristianismo, difcilmente respondera con la admiracin de los antiguos paganos: Son gente que toma en serio el amor mutuo.
Lo ms probable es que elogiara la organizacin, ciencia o disciplina, o incluso el poder de la Iglesia. Por muy ponderativo y halagador que pareciera su discurso, significara, en fin de cuentas, que el testimonio para el que existe la Iglesia no estaba en primer plano. De este testimonio depende la fe del mundo, como afirma Cristo en su testamento. Pide una unin entre los cristianos que refleje la que l tiene con el Padre y los integre con ellos: as creer el mundo que t me has enviado Jn 17, La unin es la gloria, la presencia, el esplendor de Dios mismo que Cristo comunica a la Iglesia, y esa presencia de Dios debe llevarlos a la unidad perfecta: as sabr el mundo que t me enviaste y que los amas a ellos como a m Jn 17, No caba claridad mayor en afirmar lo decisivo de la unidad: de ella depende que el mundo acepte a Cristo.
Palpita aqu la urgencia de la unin entre las Iglesias cristianas. Mientras exista divisin deberan sonrojarse de llamarse cristianas, pues no estn a la altura de su llamamiento. Ef 4,1 ; demuestran exactamente lo contrario de aquello a lo que Cristo las llam; prueban que la unin entre los hombres es imposible, que la esperanza es vana, y que ni siquiera Cristo consigui realizarla, pues los mismos que apelan a l son incapaces de vivir en armona.
Es el contratestimonio. Los bloques separados de Iglesias son las ruinas del dolor y la gracia de Cristo, el fracaso visible de la obra de Dios. Establecidas sociolgicamente, las Iglesias olvidaron su misin frente al mundo y descuidaron su testimonio primario.
Hoy Dios se lo reprocha, suscitando el tremendo ataque del atesmo y obligando a reconsiderar actitudes. Unidad y Apertura. La apertura es necesaria para la unin, y consecuencia inmediata de la urgencia es no poner ms condiciones que las imprescindibles. Albergando a los judos cristianos que practicaban como antes la ley de Moiss y asistan al templo, admiti a los gentiles sin exigirles aquellas observancias. Esta actitud caus tensiones internas Hch 11, , pero prevaleci porque el Espritu la impulsaba Hch 10, Conciso era el dogma; basta leer los discursos de san Pedro en Jerusaln Hch 2,; 3, , que podran resumirse en la antiqusima frmula: Jesucristo es Seor Rom 10,9; 1 Cor 12,3; Flp 2,11 , profesin de fe en la mesianidad, resurreccin y reinado presente de Cristo, incluyendo la esperanza de su venida y la resurreccin de los muertos.
Aparte de esta doctrina sumaria, lo decisivo era que Cristo habitase en cada uno por la fe Ef 3,17; Gl 2,20 y que la vida transparentase su amor Ef 3,19; Gl 5,6. Mucha historia ha pasado.
Polmicas y reflexin han fijado muchos puntos de dogma; la unin es ahora mucho ms difcil, pero no menos urgente. Las Iglesias deben mostrar ante todo su estima mutua y su fraternidad, subrayando los puntos de acuerdo.
En las cuestiones controvertidas hay que examinar de nuevo las formulaciones de cada parte a la luz de la revelacin; toda palabra humana es mejorable y susceptible de nuevos matices. Las tradiciones disciplinares o costumbres regionales no alcanzan la categora de obstculo; si llegaran a serlo, delataran poca sinceridad en los que hablan de unin.
Ejemplo de un debate ecumnico lo dio Cristo cuando los saduceos lo provocaron ridiculizando la resurreccin Mt 22, y parals. Jess se encontr ante dos teologas antitticas: los fariseos sostenan que habr resurreccin; los saduceos, que no la habr.
Cada escuela teolgica se preocupaba ms de demoler la posicin contraria que de fundamentar la propia. Por su parte, la doctrina fariseo era muy vulnerable, pues conceba la vida futura como una simple prolongacin de la presente. Cristo no acepta la polmica como base de discusin, ni refuta razones una por una. Sin exponer doctrinas personales, va derecho a la Escritura y muestra la nica verdad revelada, que el hombre vivir, pero declara falsa al mismo tiempo la concepcin farisea de la vida eterna.
No trata, pues, de conciliar las dos posiciones; da netamente la razn a una, pero slo en lo esencial, corrigindola en todo lo dems. Los fariseos haban mezclado con la revelacin sus propias ideas, que no tenan fundamento en la Escritura.
Tal puede ser el caso en muchas cuestiones presentes; veinte siglos de historia han recamado el mensaje original con tantas hebras culturales y polticas que se precisa una labor atenta y paciente para descubrir la trama. El Espritu, creador de unin, es tambin creador de diversidad; la unidad vital que l sostiene no consiste en la yuxtaposicin de piezas uniformes, sino en la complementariedad de dones diferentes.
No hay un rasero para los dones del Espritu; a uno lo hace profeta, a otro le da habilidad para dirigir 1 Cor 12,28 ; la unidad se efecta como en el cuerpo, porque todos necesitan de todos.
Lo que ocurre entre individuos es normal tambin entre grupos; si se deja obrar al Espritu, saldrn diferentes fisonomas, como ya en el Nuevo Testamento la Iglesia de Jerusaln se diferenciaba de la de Corinto. Estamos ahora en mejores condiciones para la unin que en pocas pasadas, cuando por falta de estudios crticos se haca remontar toda usanza eclesistica a los apstoles o a Cristo.
Conocemos mejor los orgenes de muchas tradiciones y los influjos culturales que las han modelado; aparece la diversidad de estructuras eclesisticas en los mismos escritos del Nuevo Testamento. El desarrollo histrico de las comunidades cristianas ha sido uno, no el nico posible, y ha estado determinado en parte por la sociedad ambiente. Sera temerario ignorar la historia, pero hay que aquilatar la validez para el da de hoy.
El pasado tiene voz en captulo, pero no la ltima palabra. Los libros inspirados no ofrecen un modelo de estructura eclesistica, sino una clave de estructuracin, la misin de la Iglesia en el mundo. La Iglesia debe organizarse en cada poca de la manera ms idnea para responder a esa misin y cumplirla. El pasado deber ser consejero, pero nunca juez; aparte de los pocos elementos que instituy Cristo, las estructuras pretritas no son absolutas, y es posible que, al menos en parte, no sean encarnacin vlida para nuestros das de la clave estructuradora.
La Iglesia desarrolla su misin en el mundo que la rodea, le guste o no le guste. En ste y no en un mundo ideal es donde Dios prepara su reino. Desde su circunstancia presente, y con la mirada en el futuro, juzga la validez del pasado.
Cunto deba ser retenido o descartado, no puede decirse a priori; hay que mover la criba con cautela, para no perder oro ni retener ganga. Desechar valores autnticos pondra en peligro la identidad de la Iglesia; arrastrar lastres infantiles paralizara su accin. Teniendo bien presente su misin en el mundo, debe fiarse del Espritu, que la gua hacia la verdad plena Jn 16, Para que un testimonio sea vlido se requiere que sea consecuente y no evidencie contradicciones.
Si la Iglesia es testigo permanente de unidad ante el mundo, debe ser fiel a una lnea de conducta y no puede ser indiferente al proceder de sus miembros; necesita una disciplina. La disciplina concierne en primer lugar a su cohesin interna. Ante las rencillas o desavenencias que la ponen en peligro, Cristo fue extraordinariamente severo. Examinemos el largo pasaje evanglico que inculca la urgencia de la reconciliacin Mt 18, Si un cristiano ofende a otro, el ofendido debe ir al ofensor, probarle que ha hecho mal y hacer las paces 18,15 ; ninguna publicidad, pues la discordia, escndalo entre cristianos, no tiene por qu trascender.
Si el ofensor es testarudo y no se reconoce en falta, llame el ofendido a uno o dos ms que juzguen con imparcialidad y lo persuadan. El acto de reconciliacin a cualquier nivel o la excomunin pronunciada por el grupo quedan ratificados por el Padre del cielo; efectuadas las paces, est libre el acceso a Dios, obstruido antes por la hostilidad entre hermanos. Todo esfuerzo por la paz est refrendado por Cristo. Tal doctrina era un plato muy fuerte para el paladar de Pedro; quiso saber exactamente cuntas veces estara obligado a perdonar aun ofensor reincidente; pens que siete veces bastaran.
En el cntico de Lamec Gn 4,24 , siete eran las venganzas por una injuria hecha a Can; Lamec, su descendiente, se ufanaba de que las suyas seran setenta y siete. A la cifra siete que propone Pedro, replica el Seor con las setenta y siete. A donde llega la crueldad ha de alcanzar el perdn. Pero a Cristo no le basta con disponer; es Maestro, no dictador. Por eso explica con una parbola el contrasentido de negarse a perdonar, cuando uno mismo ha recibido un perdn ilimitado y gratuito.
Describe la monstruosidad del deudor a quien el rey condon una suma ingente, y mand a la crcel a un compaero porque le deba una minucia. Quien tiene conciencia de la gracia que le han concedido, puede todava tasar su perdn? Para terminar, Jess recalca que no hay reconciliacin posible con Dios mientras no la haya entre los hombres 18, Mientras exista desavenencias aqu abajo, con Dios no se comunica.
Su nmero hay que marcarlo con los dedos de todos. Por eso, al que va a ofrecer un sacrificio, lo intima Cristo a dejar la ofrenda al pie del altar hasta haber hecho las paces con el otro Mt 5, Divisiones no deben existir, pero si adems de existir trascienden a los de fuera, el escndalo es inevitable.
Indignaba a san Pablo que los corintios apelaran en sus pleitos a tribunales civiles y no pudieran avenirse con la ayuda de los cristianos mismos. Demostraban con su conducta que la Iglesia no es capaz de garantizar la unin. Usa frases violentas: Desde cualquier punto de vista es ya un fallo que haya pleitos entre vosotros.
No estara mejor sufrir la injusticia? No estara mejor dejarse robar? En cambio, sois vosotros los injustos y los ladrones, y eso con hermanos vuestros 1 Cor 6, Ocasiones extremas pueden exigir sacrificios, para no desprestigiar el testimonio cristiano. La disciplina excluye en segundo lugar la mala conducta notoria. El cristiano que daa gravemente la reputacin de la comunidad no puede permanecer en ella.
Este fue el caso del sujeto que viva con su madrastra en Corinto; ni entre paganos se toleraba tal incesto. San Pablo decide expulsar al individuo y pide a la comunidad que se rena y ratifique su decisin 1 Cor 5, Los cristianos han recibido una vocacin y han de permanecer fieles a ella.
Dios los llama a ser sus testigos en el mundo, individualmente y en grupo, y el testimonio tiene sus exigencias. Rozamientos existirn siempre, pero no es tolerable la desunin contumaz que oscurece el ideal y extingue el brillo del ejemplo. Cada llaga debe ser vendada inmediatamente, para evitar la infeccin.
Bien consciente era san Pablo de su responsabilidad: Para que no pongan tacha a nuestro servicio, nunca damos a nadie motivo de escndalo 2 Cor 6,3. Ese modo de hablar es intolerable, comentaron algunos ante un discurso de Jess Jn 6, Parecida reaccin frente a las exigencias de la unidad delatara una fe sin calor vital, sin experiencia interior ni conciencia de su vocacin.
En nuestros pases se da por descontado el ser cristiano, ms para algunos ese beneficio degenera en desventaja. Incorporado a una sociedad, el cristianismo se decolora. No debera diluirse, sino engranarse; pero, en sus piones, los dientes no se ajustan siempre a los del mundo, y chirran. Cuando la sociedad consigue limarlos, ha neutralizado a la Iglesia. Por esta razn y por otras varias que no son del momento, hay cristianos que no se dan cuenta de para qu lo son. No propugnamos un herosmo continuo o alucinado; san Pablo oraba por las autoridades para vivir cristianamente en paz 1 Tim 2,2.
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